Página Principal

"Siempre  me ha parecido
que la música debería ser silencio,
el misterio de un gran silencio
que buscara su expresión…” 
   (Margarite Yourcenar)

Tenía 15 años cuando por primera vez escuché hablar de la Musicoterapia, estaba participando de un encuentro de estudiantes de música en Jujuy. Desde ese momento comencé a buscar información: artículos, notas periodísticas, casas de formación, me puse en contacto con la única musicoterapeuta que vivía en mi provincia natal (Catamarca).
Nacía un horizonte…
Ya en ese entonces trabajaba en barrios humildes de la periferia de la ciudad, me preguntaba por las causas de las diferencias en la calidad de vida, sentía en el cuerpo la indignación de la injusticia y soñaba con un modo de hacer algo al respecto.
La música era parte de mi vida aunque aun no comprendía la dimensión que esto tenía.
A los 18 años viajé a Buenos Aires… La carrera en primera instancia me transformó a mí... Tengo presente a maestros que dejaron sus huellas a lo largo de mi formación como musicoterapeuta, recuerdo escenas sonoras y musicales en las que me descubrí, reconozco hitos donde siento que "volví  a nacer"…
Se fue perfilando una identidad ligada a esta profesión, se fue modelando una pasión: Acompañar a otros en su crecimiento en la vida por medio de la música, ¡tan bella herramienta! Tal vez ese podía ser un modo de sembrar mi aporte al mundo: Acompañar a que otros encuentren su propia voz y se atrevan a alzarla subiendo al escenario de la vida...

Varios años después de estar ejerciendo la profesión inicié mi Formación como terapeuta G.I.M en el Método Helen Bonny, de Imágenes Guiadas con Música. En ese recorrido, realizando una experiencia personal con el método, tuve un sueño: “Podía ver el mundo, y en cada pueblo, en cada cerro, valle, playa, cima, ruta, había un flautista tocando su música, cada uno de ellos era inmune a cualquier cosa que pudiera sucederles porque estaban enteramente presentes en esa acción, porque seguían genuinamente ese impulso, porque habían encontrado su misión en la vida…La música de cada uno de ellos, a pesar de las distancias y las diferencias, se unía en una única melodía: la música del mundo, la música para el mundo, la música en el mundo. Este hecho llenaba al mundo de luz. Entonces comprendí con sorpresa y profunda emoción, que de eso se trataba, sólo de tocar - en el lugar donde nos tocó vivir - la ‘propia música’. Esto transformaba al mundo.”


Judith del Valle Martínez